jueves, 18 de febrero de 2016

Una Semana Santa que me tocó el corazón.


(Relato basado en el testimonio real de un adolescente.)
   
A mí la Semana Santa siempre me ha dado un poco igual, era como otras fiestas. La valoraba por los días de descanso, porque ya habíamos acabado los exámenes de la 2ªEvaluación, no siempre aprobados, hay que reconocerlo. Es verdad que Olvera se mueve un poco con los preparativos para la llegada de la Semana Santa. Empiezan los ensayos de los costaleros, los triduos de las distintas hermandades. Pero para mí, como os digo, todo eso me era muy indiferente, yo no iba a cosas relacionadas con la iglesia desde la Primera Comunión y todo lo religioso me tocaba muy poco, por no decir casi nada.



     En las vacaciones de Semana Santa hacía lo típico de muchos/as jóvenes: salir de marcha con mis amigos/as, incluso acercarnos a pueblos cercanos, como Setenil, para ver los desfiles de las bandas militares, que nos atraían mucho. De los diferentes pasos de las hermandades tanto de allí como de aquí, no sabríamos describir la decoración de sus tronos o las túnicas y vestidos de las imágenes de Cristo y de la Virgen, no prestábamos mucha atención a esos detalles. 


Tengo que reconocer, sin embargo, que me gustan las procesiones de mi pueblo, aunque no me fije mucho en los detalles. Por ejemplo, me impresiona la expresión del Cristo nuevo de la Veracruz, la escena tan tierna de Juan el Evangelista con su madre; de Padre Jesús, me gusta mucho el paso con la escena de Simón, el Cireneo, ayudando a Jesús a llevar su cruz, tiene tanto realismo que parece que van a cobrar vida. Del Santo Entierro, me gusta, sobre todo, la cara de la Virgen de la Soledad tan morena y tan guapa, con esa mirada tan profunda y esa expresión tan apenada y del Cautivo, me gusta cuando sale a la calle, que parece que va paseando, de verdad, entre la gente, dispuesto a predicar, con la túnica blanca que resalta tanto, por lo alto que es.


Hasta ahora os podéis preguntar que por qué un día, de pronto, el año anterior a mi marcha a la universidad, me emocionó la Semana Santa, me cambió el corazón y me hizo sentir, de nuevo, la Fe en Jesús que tenía tan perdida.
Pues era un día, como tantos otros, era de noche y nos íbamos de marcha y escuchábamos ya, por la música de las bandas, que el Cautivo estaba cerca. Mis amigos/as tenían prisa en recoger las bebidas para la botellona que solíamos hacer y no querían esperar el paso de la procesión. Pero algo me decía, en mi interior, que estaba un poco cansado de tantas rutinas, de beber por beber, de la música a toda pastilla y de tanta superficialidad, al menos, aquella noche mi corazón me pedía algo diferente, algo mucho mejor, con más sentido. Me planté y dije que me sentía mal, que me volvía a casa, que me dolía la cabeza y otras excusas...


Mi gente, un poco extrañada, siguió con la rutina de siempre y nos despedimos.
Esperé el paso de la procesión que ese año estrenaba el paso de la Virgen del Socorro, por lo que en el pueblo había mucha alegría y expectación. Cuando se acercaba caminando el Cautivo me sentí feliz, alegre, con ganas de seguirlo, de acompañarlo, de consolarlo.
    Me sentí, de pronto, identificado con el sufrimiento y la injusticia que tenía que sufrir Jesús, me dolía que tanta bondad, tanta entrega fuese pagada con la pena de una muerte atroz en la cruz. Y sentí que mi pago a ese AMOR en mayúsculas de Jesús era mi indiferencia, mi pasotismo y Jesús, con su mirada, obró el milagro en mi corazón. Me abrió la puerta de los sentimientos, de la fe en Él, de un encuentro a un auténtico sentido a la vida, al compromiso con los demás, con los más necesitados, sobre todo. Seguí, casi inconscientemente, a Jesús en ese camino teatral por las calles de Olvera hasta la entrada del paso en la Iglesia del Socorro. No soy el mismo desde entonces, mis prioridades han cambiado... 

Ahora digo que no a cosas que,antes, por el hecho de ser aceptado por el grupo, hacía sin pensar y sin estar realmente convencido. Mi camino de acercamiento a Jesucristo sigue adelante, el encuentro con su mirada me ha convertido en una persona mejor, más responsable, con más esperanza y esta experiencia la comunico a quien me quiera escuchar.
                                                                                 
                                   (Isabel Álvarez Albarrán.)
                                                                                        

Un cachito de cielo en tu corazón.

 Este relato, cuyo autor desconozco, nos enseña a valorar lo que tenemos y a ser agradecidos a Dios y a los seres queridos que nos rodean y que logran, en definitiva, que seamos felices.
 Un campesino cansado de la rutina del campo y de tanto trabajo duro, decidió vender su finca. Como sabía que su vecino era un destacado poeta, decidió pedirle el favor que le hiciera el aviso de venta. El poeta accedió gustosamente.
El aviso decía: 
"Vendo un cachito de cielo, adornado con bellas flores y verdes árboles, hermosos prados y un cristalino río con el agua más pura que jamás hayan visto."



El poeta tuvo que marcharse por un tiempo, pero a su regreso decidió visitar... a sus nuevos vecinos, pensando que aquél hombre del aviso se había mudado. Su sorpresa fue mayor al ver al campesino trabajando en sus faenas.



El poeta preguntó: -!Amigo! ¿No se iba de la finca? El campesino, con una sonrisa, le respondió: -No, mi querido vecino, después de leer el aviso que usted me hizo, comprendí que tenía el lugar más maravilloso de la tierra y que no existe otro lugar mejor para mi corazón. 


No esperes a que venga un poeta para hacerte un aviso que diga lo maravillosa que es tu vida, tu hogar, tu familia y lo que con tanto trabajo hoy posees. Dale gracias a Dios porque tienes vida, salud y esperanza de poder seguir luchando para alcanzar tus metas... Que el Señor bendiga ese pedacito de cielo que son tu vida y seres queridos.