Un testimonio conmovedor: Francisco Varela Figueroa.
Hay
testimonios que dejan huellas, visitas que recibimos en nuestras
clases que a nuestros/as
alumnos les entusiasman, les abren
puertas al compromiso con los/as
demás, a dejarse interpelar por el mundo y replantearse sus
actitudes en la vida.
Cuando
conocimos al P. Francisco todos nos quedamos encantados, atraídos
por la fuerza de su personalidad, por la ternura con la que explicaba
los cambios en su vida, después de sentir la Llamada de Jesús, así
con mayúsculas y su mensaje, igual a través del tiempo, de dejarlo
todo y seguirlo. Y ese dejarlo todo en el caso de Francisco era
mucho, un trabajo estupendo, después de muchos estudios, muchas
cosas materiales y gente muy cercana
a nivel personal a
la que unía
muchos vínculos afectivos. Nos contaba que, pese a todo, su vida
estaba vacía de sentido, aunque llena de tantas cosas y necesitaba
un empezar de nuevo, un ilusionarse con todo y un empuje hacia nuevos
horizontes más eternos, más espirituales y así fue su búsqueda
incansable en ese
camino al sacerdocio, a ser pies fuertes y
manos, cercanas y cálidas, de Jesús en este mundo que compartimos,
tan malherido a veces y tan insensible al sufrimiento ajeno.
Vamos
a conocer a través de esta entrevista que nos envió un poco más a
esta gran persona, que ha sido un auténtico regalo de Dios para
nosotros-as.
Francisco
Javier Varela Figueroa, natural de Jerez de la Frontera, es
párroco de Santa María de las Virtudes,
Villamartín.
Psicología
en Universidad de Sevilla;
Experto
en Terapia Sexual en Fundación Amara.
Experto
en Creatividad y Valores en Francisco de Vitoria y Escuela de
Pensamiento y Creatividad.
Experto
en Terapia
Cognitivo Conductual en UNED.
LICENCIADO
EN ESTUDIOS ECLESIASTICOS en Universidad Pontificia de
Salamanca.
Te
queremos agradecer la entrevista que nos has enviado para conocerte
mejor, la leeremos en clase, la comentaremos y la disfrutaremos.
Gracias por abrirnos tu corazón, tu bondad tan inmensa y tu
amistad, un Tesoro.
1.
¿Cómo era tu vida antes de ser sacerdote?
Desde
muy pequeño, gracias a mi familia, estuve en mi parroquia trabajando
y aprendiendo a amar al Señor, siempre hubo algo que me hacía
sonreír cuando me decían que iba a ser sacerdote. Pero, los años
van pasando y uno va cambiando, aunque ese raro deseo del sacerdocio
siempre estuvo en mi interior.
A
los quince años entré en un grupo de jóvenes católicos, pero era
como un modo de agarrarme a mis ideas pasadas, porque a la vez que
estaba en ese grupo, vivía una vida un poco desenfrenada: fiestas,
salidas nocturnas y todo lo que a ellas va unido. Una vida normal de
un joven de esa edad que ansía comerse el mundo y disfrutar cada
minuto.
A
los diecisiete años entré a formar parte de un movimiento católico
que me fue centrando un poco, pero no dejaba de tener ese deseo
interior que me arrastraba al mundo y a todo lo que en él había que
me alejaba del Dios Amor que se me había mostrado en ese movimiento.
De
vez en cuando aparecía esa rara sensación del sacerdocio, pero mi
interior se resistía a ese futuro. Yo quería estudiar, ganar mucho
dinero, vivir fiestas y sobresalir en mi profesión. Y el Señor me
regaló lo que pedía, quizás para que me diera cuenta de lo
equivocado que estaba al pedirlo.
Terminé
mi carrera de Psicología, y comencé la primera de mis
especialidades. Nada más terminar comencé a trabajar de psicólogo
y, desde ese momento, toda mi vida laboral fe mejorando.
A
los veintisiete años colaboraba en una consulta privada con una
compañera teniendo mi propia cartera de clientes y trabajaba en una
empresa nacional, en un equipo de la Junta de Andalucía, a la vez
que colaboraba en un programa de radio y televisión local. Todo me
iba viento en popa, incluso tenía mi casa comprada con motivo de una
relación que se dirigía hacia el matrimonio, pero que no llegó a
ese destino.
Todos
mis deseos se iban viendo logrados y muy por encima de mis propias
expectativas. Incluso, viéndolo desde el día de hoy, con mucho más
de lo que necesitaba y que estaba convirtiéndome en alguien que yo
no era. Aunque mi imagen era de una persona entregada, trabajadora,
en mi corazón solo reinaba el deseo de tener, ascender, ganar
dinero, ser alguien según los criterios del mundo. Y lo peor es que
iba por muy buen camino para ello.
2.
Tenías una vida cómoda, con buen sueldo y buena posición social.
Pero a pesar de ello supiste seguir la llamada del Señor. ¿Cómo
fue la historia?
Ya
en el año 2000, hubo una señal más clara de mi vocación, en Roma,
escuchando las palabras del Santo Padre Juan Pablo II en la Jornada
Mundial de la Juventud. Cuando regresé, comencé a trabajar
apostólicamente con los Padres Mercedarios. Ese fue el periodo que
el Señor eligió para ir pidiéndome más y aumentar esa inquietud
que siempre estuvo en mi interior, aunque yo seguía queriendo
eliminarla.
En
ese trance se encontraba mi vida, en silencio, pues no quería
alarmar a mi familia, cuando asistí a la Novena de Nuestra Madre de
la Merced, patrona de Jerez, y una frase del predicador de ese año
se me clavó en el corazón: Quiero hombres valientes que se
entreguen por la misericordia de mi Hijo.
No
fue fácil, como tampoco fue fácil encajarlo en la familia, amigos y
compañeros, pero Cristo va regalando amor por donde pasa y siempre
recompensa con el ciento por uno.
En ese mismo mes de septiembre
lo dije en casa y comencé mi camino vocacional.
Fueron
6 años de formación hasta mi ordenación sacerdotal en Jerez de la
Frontera, mi tierra, de manos de D. José Mazuelos, nuestro Obispo.
El fue quien me ordenó como sacerdote y quien me recibió en la
Diócesis cuando me di cuenta que mi camino no era el de la vida
religiosa, que ese lugar no era el que el Señor quería para mi
santidad.
Desde
ese momento, año 2011, soy sacerdote en esta Diócesis y trabajo
feliz, tremendamente feliz, en la Parroquia de Santa María de las
Virtudes, de Villamartín, en la que actualmente sirvo como párroco.
3.
El Señor sabe hacer milagros en nuestra vida, con poco le basta.
¿Qué significa para ti el seguimiento del Señor desde este sí
comprometido que le diste?
El
seguimiento de Cristo, para mí, es una respuesta de amor a quien
sabes que te llama para dártelo todo. Seguir a Cristo es una
aventura apasionante donde no pasa ni un día en el que no aprendas
algo nuevo, tanto de ti como de todo lo que te rodea. Muchos pensarán
que es un camino cómodo, sin
letras, sin
hipotecas, sin preocupaciones de ese tipo, pero se equivocan. Es una
vida de entrega y de la entrega que Cristo pide en el Evangelio:
amaos como Yo os he amado.
Eso es seguir a Cristo para mí,
olvidarme de lo que fui, de lo que soy y pensar en ser "otro
Cristo", esforzarme por imitar al Maestro cada día, porque la
única forma de ser un buen sacerdote es siendo un santo sacerdote,
como me recordaban mi madre y amigos cada vez que hablaba con ellos
en mi tiempo de formación: ¡O Santo, o para casa!
Ahora
vivo sin las pretensiones de dinero, fama y honor que tenía. Vivo
habiendo regalado todo lo que conseguí trabajando antes de irme a
seguir el camino marcado por Cristo, pero, aun habiendo renunciado a
mi carrera como psicólogo, mis trabajos y sueldos, que según el
mundo me tenía que hacer feliz, es ahora cuando soy realmente FELIZ,
es ahora cuando soy libre y no necesito todo lo que esclavizaba mi
corazón.
Seguramente,
muchos podrán pensar que estoy loco, que cómo alguien puede
renunciar a todo a fondo perdido en el momento en el que ve que sus
sueños se cumplen. Pues sí, estoy
loco por mi sacerdocio, estoy loco por entregarme en un mundo en el
que Cristo cada vez es más necesario y yo, quiero ser uno de esos
valientes que luchan por la misericordia de Cristo que pedía la
Virgen en la homilía que me hizo lanzarme a este camino de grandes
locos que saben vivir
de verdad.